TEXTOS POÉTICOS. Antonio Machado

POEMAS RESUELTOS DE Antonio Machado

  1. "Fue una clara tarde..." (Soledades. Galerías. Otros poemas)
  2. "Yo voy soñando caminos" (Soledades. Galerías y otros poemas) 
  3. "Yo voy soñando caminos" (Soledades. Galerías y otros poemas). En este comentario debemos evitar las referencias a la métrica.
  4. "El hospicio" (Campos de Castilla)
  5. "Caminos" (Campos de Castilla)
  6. "Del pasado efímero" (Campos de Castilla) 
  7. "El mañana efímero". Solo comentario crítico. He aquí el poema.  (Campos de Castilla)
  8. "El crimen fue en Granada: a Federico García Lorca" (Poesías de la Guerra, 1936-1939)


TEXTO

Fue una clara tarde, triste y soñolienta tarde de verano. La hiedra asomaba

al muro del parque, negra y polvorienta...

La fuente sonaba. Rechinó en la vieja cancela mi llave; con agrio ruido abrióse la puerta

de hierro mohoso y, al cerrarse, grave golpeó el silencio de la tarde muerta. En el solitario parque, la sonora copla borbollante del agua cantora me guió a la fuente. La fuente vertía sobre el blanco mármol su monotonía.

La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano, un sueño lejano mi canto presente?

Fue una tarde lenta del lento verano. Respondí a la fuente:

no recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.

Soledades. Galerías. Otros Poemas. (Fragmento del poema VI)



Indique el tema y la organización de las ideas en el texto


El tema principal del texto se localiza en sus últimos versos, concretamente en el diálogo que mantiene la fuente con el poeta; en él la fuente intenta hacer recordar al poeta un sueño que por el tiempo transcurrido ya resulta demasiado lejano.

Este diálogo entre la fuente y el poeta se desarrolla en un espacio y un tiempo perfectamente localizados en el poema:

1. Tiempo: tarde de verano.

2. Espacio: parque. Con una serie de elementos importantes: la hiedra sobre el muro; el hierro mohoso de la vieja cancela que rechina y rompe el silencio; y, sobre todo, la fuente y el agua con su vieja y lejana canción.


Resumen

En una clara y triste tarde de verano y en un parque cuyos elementos (hiedra, cancela, hierro, etc.) denotan el paso del tiempo y el abandono que sufren, el poeta entabla un diálogo con la fuente, con el agua que de ella mana. A la pregunta que ésta le hace: el recuerdo de un sueño lejano, el poeta confiesa su imposibilidad de recordar aunque es consciente del largo tiempo pasado.



Comentario crítico del texto

Como si de una escena cinematográfica se tratara, podemos imaginar perfectamente los movimientos del poeta, su aproximación al parque y la primera visión de éste: la hiedra que sobresale del muro, la llegada a la cancela y cómo al introducir y mover la llave rechina en la cerradura, el ruido de la verja mohosa que se cierra con un golpe que rompe el silencio sepulcral y, sobre todo, sus pasos como atraídos por una llamada que no puede evitar, de la que no puede librarse: la vieja canción del agua que mana de la fuente. Pero si este es el espacio que se nos describe en el poema, no menos importante para éste es la coordenada temporal en la que la escena se desenvuelve: una tarde de verano, a la que el poeta adjetiva con abundancia: “clara”, “soñolienta”, pero sobre todo “triste” y “muerta”. Como triste y muerto está el parque: la hiedra asoma “negra y polvorienta” por encima de los muros; la cancela rechina y los hierros de la verja aparecen mohosos: descuido, abandono, silencio, soledad. No hay vida en ese parque que el hombre ha abandonado hace ya mucho tiempo. Todo induce a la muerte, hasta el momento del día que ha elegido el poeta para ambientar el texto: una tarde ya muerta.

Y aunque la fuente vierte su agua sobre “blanco mármol” (otro símbolo de muerte) con monotonía, es el único elemento del espacio que tiene aún vida. El agua corre, aunque monótonamente no olvidemos, y su canción es la única nota de alegría, de vida en una naturaleza muerta; sólo la fuente, la copla sonora que su agua canta, tiene la capacidad de entablar con el poeta un breve diálogo. La pregunta que aquélla le dirige intenta despertar en éste sus viejos sueños, quizá aquellos ideales o ansias juveniles, aquel deseo de vivir que en otro tiempo, ya muy lejano, alentó al poeta. La respuesta de éste, teñida de enorme pesimismo, no es más que la confesión de lo que ha perdido, de lo que, aunque reconoce lejano, él considera ya olvidado y muerto.

De esta manera, podemos finalmente comprender en su exacta trascendencia todo el poema. Las coordenadas espacio-temporales no son sólo un marco para el diálogo con la fuente, un diálogo en definitiva consigo mismo, porque no otra cosa es este poema, sino un paseo por el yo más íntimo del poeta. En la tarde de la vida, ya triste y soñolienta, aquellos sentimientos, aspiraciones, deseos se han abandonado, el tiempo pasado los ha convertido en hiedra negra y polvorienta, y cuando el poeta abre su alma rechinante y mohosa, sólo encuentra ya descuido, abandono, silencio y soledad; la soledad de la muerte.

Todos los elementos que configuran el poema terminan desembocando en ese diálogo que el poeta mantiene con la fuente en los últimos seis versos. La pregunta que ésta le hace al poeta y la correspondiente respuesta de éste se convierten así en la parte central, fundamental del texto. Y es así porque no es la fuente la que dialoga con el poeta, sino él mismo que se desdobla en un íntimo diálogo consigo mismo, con su conciencia. ¿Recuerda aún, pese al tiempo transcurrido, aquellos sueños que alumbraron su vida, que le dieron sentido y ganas de vivir? La respuesta, cargada de un pesimismo teñido de tristeza, es la confesión del olvido, de la pérdida de aquellos sueños, aspiraciones o ilusiones que en otro tiempo tuvo. Aquellos sueños están ya muertos en la recuerdo del poeta.

La muerte se convierte así en otro de los elementos fundamentales del texto, no como muerte física, sino como pérdida, olvido, abandono. La tarde –coordenada temporal en la que se desarrolla la escena- representa el declinar del día, la muerte de éste, como la califica el poeta (“tarde muerta”), al tiempo que también le adjudica sus propios sentimientos y experiencias (“triste y soñolienta”); y así también el parque adonde acude para hablar con la fuente, queda descrito en su abandono y soledad con suaves pinceladas: la hiedra está negra y polvorienta; rechina la llave en la cerradura de la cancela; el hierro está mohoso; y sólo el agua que mana de la fuente adquiere cierta vida, corre, fluye, canta, pero de forma monótona. No es la tarde la que está triste, soñolienta y muerta, no es el parque el espacio abandonado y solo; tarde y parque no son más que manifestaciones del estado de áninmo del poeta, que siente ya pasados, irremediablemente perdidos sus sueños de ayer.

Como el poeta, muchas personas a una cierta edad vuelven la vista atrás para intentar reconocer en lo que ahora son sus ilusiones de ayer, las metas que en su juventud se marcaron; muchas personas, en el atardecer de sus vidas, necesitan hacer un balance sincero de lo que se propusieron y han conseguido. Todos necesitamos de unas ilusiones, de proyectos que nos mantengan vivos, en plena actividad; cada edad tiene sus propias metas; es evidente que en la juventud el abanico es mucho más amplio, pero en la madurez y hasta en la vejez también se tienen, se deben tener objetivos que cumplir para sentirnos útiles y vivos.

La familia, la posición económica, el prestigio social, el trabajo, los amigos son las cuentas, el debe y el haber en ese balance de toda una vida. Y cuando el resultado es positivo, cuando la columna del haber supera a la del debe, uno se siente pleno, con la satisfacción del deber cumplido. Pero cuando sucede lo contrario, cuando al hacer ese balance, al volver la vista atrás nos damos cuenta de que hemos perdido los sueños que en otro tiempo nos animaron a vivir y alumbraron nuestro camino, que no hemos conseguido nada de que soñábamos alcanzar, nos sentimos tristes, abandonados, muertos, como el poeta, como la tarde, como aquel parque polvoriento, mohoso y solo.





TEXTO:


Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales

cargados de perfume, y el campo enverdecido,

abiertos los jazmines, maduros los trigales,

azules las montañas y el olivar florido;

Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;

y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,

y los enjambres de oro, para libar sus mieles

dispersos en los campos, huir de sus colmenas;

yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,

barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;

y en sierras agrias sueño —¡Urbión, sobre pinares!

¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!—



Y pienso: Primavera, como un escalofrío

irá a cruzar el alto solar del romancero,

ya verdearán de chopos las márgenes del río.



¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?




Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,

y la roqueda parda más de un zarzal en flor;

ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,

hacia los altos prados conducirá el pastor.




¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas

que vais al joven Duero, rebaños de merinos,

con rumbo hacia las altas praderas numantinas,

por las cañadas hondas y al sol de los caminos

hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo,

montañas, serrijones, lomazos, parameras,

en donde reina el águila, por donde busca el cuervo

su infecto expoliario; menudas sementeras

cual sayos cenicientos, casetas y majadas

entre desnuda roca, arroyos y hontanares

donde a la tarde beben las yuntas fatigadas,

dispersos huertecillos, humildes abejares!...




¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano

cercado de colinas y crestas militares,

alcores y roquedas del yermo castellano,

fantasmas de robledos y sombras de encinares!




En la desesperanza y en la melancolía

de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.




Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,

por los floridos valles, mi corazón te lleva.



A. Machado, Campos de Castilla.




ORGANIZACIÓN DE IDEAS
El poema se puede dividir en tres partes de acuerdo con las descripciones paisajísticas y con la expresión ya directa de los sentimientos de Antonio Machado.
1ª Parte: descripción de la primavera andaluza, en la que predomina el color, los olores; la naturaleza en su máximo esplendor y exuberancia.

2ª Parte: descripción de la primavera castellana (Soria, en concreto): frialdad, yermo, paisaje apenas animado; prolongación del invierno. 3ª Parte: es, sin duda, la más importante. El poeta expresa sus sentimientos ante el recuerdo emocionado del paisaje castellano, “tierra de su alma”.
TEMA
La florida primavera andaluza le trae al poeta el recuerdo emocionado de la fría primavera castellana.


RESUMEN

La descripción que nos ofrece A. Machado de la primavera en los campos andaluces, en los que predomina el color, los olores, es decir, la naturaleza en todo su esplendor, contrasta con el paisaje primaveral de los campos de Castilla: frío, inhóspito, yermo. Sin embargo, el recuerdo emocionado de ese paisaje despierta en Machado sentimientos que están arraigados en lo más profundo de su alma.


COMENTARIO CRÍTICO SOBRE EL CONTENIDO DEL TEXTO

Si la poesía es el género que la literatura pone en manos de un escritor para que éste exprese sus más intensos y profundos sentimientos, sus emociones, frutos siempre de su experiencia vital, pocos poetas han sabido responder con más exactitud y sinceridad a esta función de la lírica como Antonio Machado, cuya vida es imposible dejar al margen de sus versos. Los poemas que incluirá en la edición de 1917 de sus Poesías completas en su obra Campos de Castilla dedicados a la muerte y recuerdo de su mujer, Leonor Izquierdo, representan sin duda la expresión más acabada del dolor de amor por la pérdida de un ser querido convertido en literatura.

A este grupo de poemas pertenece el que comentamos. Retirado a su Andalucía natal después del tremendo golpe sufrido por el fallecimiento de su esposa a temprana edad, los campos que ve Machado en sus paseos por las afueras de Baeza, ciudad a la que se traslada después de su estancia en Soria, en esa primavera andaluza llena de colores, de olores, transportan a su alma ya un tanto maltrecha a esa primavera casi invierno de una Castilla que ya está fuertemente ligada a sus sentimientos. Nada que ver un paisaje con el otro, como nada tiene que ver la vida en Baeza con la felicidad de que gozó en Soria, en compañía de su joven Leonor; de la misma manera que la brillantez de las palabras con que Machado describe el paisaje andaluz contrasta con la falta de tonalidades de los campos castellanos.

Y sin embargo, en esa contraposición, en ese contraste entre la vida y la muerte de estos paisajes, se elevan los sentimientos del poeta. Al contrario de lo que podría esperarse, Machado se identifica más con el paisaje yerto de Castilla, no sólo porque allí fue feliz, sino porque es ahora el paisaje de su alma; esa alma gris que acompañará al poeta hasta su muerte.

Si nos preguntasen con qué paisaje de los dos descritos en el texto nos quedaríamos nosotros, la elección en este caso sí tendría color: el color de los campos andaluces. Pero no sólo por nuestra procedencia, sino porque ese paisaje lleno de colores, cuya naturaleza se abre a los primeros calores de la nueva estación nos infunde renovadas ganas de vivir; el ser humano también responde, como la naturaleza, a esos cambios estacionales, y reverdecemos con la primavera. Sin embargo, la experiencia también nos demuestra que ese mismo ser humano se acomoda a otros paisajes, a otras formas de vida, algunos muy distintos a los vividos en su niñez e incluso en la adolescencia. En programas de televisión como “Andaluces por el mundo” podemos observar la gran capacidad de adaptación de las personas a geografías completamente distintas de las que le vieron nacer. “Se es de donde se come”, dice con toda razón el refrán. Y cuando toda una familia debe abandonar su tierra para asentarse en otra donde se le ofrecen mejores perspectivas de futuro, no cabe duda de que ese primer paso es uno de los más difíciles que puede uno decidirse a dar, porque no sólo abandona un paisaje conocido, nuestro, sino toda una forma de vida; pero cuando en esa otra tierra, la de adopción, encontramos ese bienestar negado o imposible en aquella, nuestro agradecimiento debe ser sincero y justo.

Y si a veces nos sorprende o admira esa capacidad de adaptación, no menor es la sorpresa cuando comprobamos que a pesar del tiempo transcurrido, a pesar de las generaciones ya asentadas, los padres, los abuelos siguen recordando su tierra natal e intactas quedan sus ganas de volver precisamente a una tierra que no les dio la oportunidad que les brindó la otra. Lo que prueba la íntima contradicción del ser humano: “Se es de donde se come, pero nunca olvidaré donde nací” nos atreveríamos a añadir al refrán.

Machado fue de los que volvieron, marcado ya por la desgracia, a su Andalucía natal; en ella encuentra el paisaje familiar de su niñez y adolescencia, y sin embargo no puede reconocerse ya en él, en su color; es incapaz ya de olvidar donde fue feliz. El corazón del poeta, roto por la muerte de su esposa, es ya un corazón sombrío, gris, como la fría primavera de Castilla.




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