martes, 18 de febrero de 2014

LOS GIRASOLES CIEGOS. Segunda derrota.






Texto

He observado atentamente el rostro blanco de Elena. Su palidez ya no es tan macilenta como en el momento de la muerte. Sencillamente ha perdido todos los colores. Quizás la muerte sea transparente. Y heladora. Durante las primeras horas he sentido la necesidad de mantener su mano entre las mías, pero poco a poco me he encontrado unos dedos sin caricias y he sentido miedo de que fuera ése el recuerdo que quedara grabado en mi piel insatisfe­cha. Llevo varias horas sin tocarla y ya no soy capaz de re­posar junto a su cuerpo. El niño sí. Ahora yace exhausto acurrucado junto a su madre. Por un momento he pensa­do que pretendía devolver el calor al cuerpo inerte que le sirvió de refugio mientras duró el zumbido de la guerra.

            Sí. Hemos perdido una guerra y dejarnos atrapar por los fascistas sería lo mismo que regalarles otra vez otra vic­toria. Elena ha querido seguirme y ahora sabemos que nuestra decisión ha sido errónea. Quiero pensar que jamás se cometió un error tan generoso.

            Debimos hacer caso a sus padres, a los que pido per­dón por permitir que Elena me acompañase en mi huida.

            Que te quedes, no te harán daño, le dije. Que te sigo. Que me matan. Que me muero. Hablábamos de la muer­te para dejar la vida al descubierto. Pero nos equivocába­mos. Nunca debimos emprender un viaje tan intermina­ble estando ella de ocho meses. El niño no vivirá y yo me dejaré caer en los pastos que cubrirá la nieve para que de las cuencas de mis ojos nazcan flores que irriten a quienes prefirieron la muerte a la poesía.

Alberto Méndez: Los girasoles ciegos.
           
Cuestiones

1. Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto.

2.         2 a) Indique el tema del texto.

            2 b) Resuma el texto. 

3. Realice un comentario crítico del contenido del texto. 

4. Indique las relaciones sintácticas que se establecen entre las oraciones del siguiente fragmento:
           
Debimos hacer caso a sus padres, a los que pido perdón por
permitir que Elena me acompañase en mi huida.

viernes, 7 de febrero de 2014

TEXTO DE SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR


Créditos
 TEXTO

Su vida era activa, y no contemplativa, huyendo cuanto podía de no tener nada que hacer. Cuando oía eso de que la ociosidad es la madre de todos los vicios, contestaba: «Y del peor de todos, que es el pensar ocioso». Y como yo le preguntara una vez qué es lo que con eso quería decir, me contestó: «Pensar ocioso es pensar para no hacer nada o pensar demasiado en lo que se ha hecho y no en lo que hay que hacer. A lo hecho pecho, y a otra cosa, que no hay peor que remordimiento sin enmienda». ¡Hacer!, ¡hacer! Bien comprendí yo ya desde entonces que don Manuel huía de pensar ocioso y a solas, que algún pensamiento le perseguía.

            Así es que estaba siempre ocupado, y no pocas veces en inventar ocupaciones. Escribía muy poco para sí, de tal modo que apenas nos ha dejado escritos o notas; mas, en cambio, hacía de memorialista para los demás, y a las madres, sobre todo, les redactaba las cartas para sus hijos ausentes.

            Trabajaba también manualmente, ayudando con sus brazos a ciertas labores del pueblo. En la temporada de trilla íbase a la era a trillar y aventar, y en tanto aleccionaba o distraía a los labradores, a quienes ayudaba en estas faenas. Sustituía a las veces a algún enfermo en su tarea. Un día del más crudo invierno se encontró con un niño, muertito de frío, a quien su padre le enviaba a recoger una res a larga distancia, en el monte.

            ─Mira -le dijo al niño-, vuélvete a casa a calentarte, y dile a tu padre que yo voy a hacer el encargo.

            Y al volver con la res se encontró con el padre, todo confuso, que iba a su encuentro. En invierno partía leña para los pobres. Cuando se secó aquel magnífico nogal -«un nogal matriarcal» le llamaba-, a cuya sombra había jugado de niño y con cuyas nueces se había durante tantos años regalado, pidió el tronco, se lo llevó a casa y, después de labrar en él seis tablas, que guardaba al pie de su lecho, hizo del resto leña para calentar a los pobres.


Miguel de Unamuno: San Manuel Bueno, mártir.



Comenzamos el análisis de textos narrativos con este fragamento de la obra de Unamuno. Debéis contestar a estas cuatro cuestiones que ya aparecieron en una prueba de acceso a la universidad:



Cuestiones



1. Señale y explique la organización de las ideas contenidas en el texto. 


2.         2 a) Indique el tema del texto. 


            2 b) Resuma el texto. 


3. Realice un comentario crítico del contenido del texto. 


4. Indique qué tipo de oración introducen los nexos subrayados en el texto. 

En Lenguatic encontraréis otros textos de Unamuno para orientaros en el comentario.