martes, 14 de febrero de 2012

SAN MANUEL BUENO, MÁRTIR

Lago de Sanabria

Y Lázaro, acaso para distraerle más, le propuso si no estaría bien que fundasen en la iglesia algo así como un sindicato católico agrario.
- ¿Sindicato? – respondió tristemente Don Manuel - ¿Sindicato? ¿Y qué es eso? Yo no conozco más sindicato que la Iglesia y ya sabes aquello de “mi reino no es de este mundo”. Nuestro reino, Lázaro, no es de este mundo…
-¿Y del otro?
Don Manuel bajó la cabeza.
- El otro, Lázaro, está aquí también, porque hay dos reinos en este mundo. O mejor, el otro mundo…Vamos, que no sé lo que me digo. Y en cuanto a eso del sindicato, es en ti un resabio de tu época de progresismo. No, Lázaro, no: la religión no mes para resolver los conflictos económicos o políticos de este mundo que Dios entregó a las disputas de los hombres. Piensen los hombres y obren los hombres como pensaren y como obraren, que se consuelen de haber nacido, que vivan lo más contentos que puedan en la ilusión de que todo esto tiene una finalidad. Yo no he venido a someter los pobres a los ricos, ni a predicar a éstos que se sometan a aquellos. Resignación y caridad en todos y para todos. Porque también el rico tiene que resignarse a su riqueza y a la vida, y también el pobre tiene que tener caridad para con el rico.
¿Cuestión social? Deja eso, eso no nos concierne. Que traen una nueva sociedad, en que no haya ya ricos ni pobres, en que esté justamente repartida la riqueza, en que todo sea de todos, ¿y qué? ¿y no crees que del bienestar general resurgirá más fuerte el tedio a la vida? Sí, ya sé que uno de esos caudillos de la que llaman la revolución social ha dicho que la religión es el opio del pueblo. Opio…opio…Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe. Yo mismo con esta mi loca actividad me estoy administrando opio. Y no logro dormir bien y menos soñar bien. ¡Esta terrible pesadilla! Yo también puedo decir con el Divino Maestro: “Mi alma está triste hasta la muerte.” No, Lázaro, no; nada de sindicatos por nuestra parte. Si lo forman ello me parecerá bien, pues que así se distraen. Que jueguen al sindicato, si eso les contenta.

San Manuel Bueno, mártir. Miguel de Unamuno

 Tomando como base este fragmento de la novela de Unamuno os dejamos el resumen y dos reflexiones para el comentario crítico (Fuente: oupe.es).


RESUMEN

Ante la propuesta por parte de Lázaro de fundar un sindicato católico agrario, don Manuel refuta la idea argumentando la única necesidad de que el pueblo crea. Parte de la premisa de que la organización que une al pueblo es la Iglesia y esta hace que los creyentes permanezcan ilusionados creyendo en un fin común. No considera adecuado mezclar la religión con cuestiones sociales y, aunque se haya dicho que la religión es el opio del pueblo, piensa que resulta necesaria porque permite que este sea feliz, que esté entretenido y que sueñe. En cambio, él se sentirá siempre intranquilo. El sindicato como distracción será aceptable si alegra al pueblo.

COMENTARIO CRÍTICO

1. Don Manuel rechaza en este fragmento el análisis marxista de la lucha de clases y propugna la resignación y la caridad frente a actitudes como la de lucha o solidaridad. Desprecia también la aspiración socialista por la igualdad y el reparto justo de la riqueza, porque parece convencido de que aumentaría, de lograrse, la angustia existencial, esto es, el tedio de la vida.
El párroco considera que la religión es una cuestión de fe, de creencia y que permite a las personas vivir con ilusión, con la esperanza de que su tránsito por esta vida tiene una recompensa en el más allá. Desde esta perspectiva, juzga que los sindicatos tratan de resolver conflictos económicos o políticos que nada tienen que ver con el papel que desempeña la Iglesia. Esta predica la resignación y caridad, es decir, la conformidad con lo que nos ha correspondido en la vida. Al aceptar pacientemente su situación, el ser humano puede aferrarse mejor a la religión como algo que mejorará su vida más allá de esta terrenal que le ha tocado sufrir.
Según don Manuel, si se consiguiese un bienestar general se dejaría de sentir interés por lo que nos rodea y por lo que podría acontecer. Desde este punto de vista, la religión no tendría sentido, pues el hombre se aferraría a la comodidad material y no pensaría en una vida mejor; así, dejaría de apoyarse en la religión como posibilidad de hallar la vida eterna, la ilusión, la esperanza… Además, mientras haya religión, el creyente siempre tendrá algo que desear, estará ocupado con sus ilusiones, e incluso ensoñado, pero será feliz porque aspira a la eternidad.


2. Don Manuel, a lo largo de la novela, expresa de diversas formas la convicción de que la vida humana es insoportable sin la esperanza o la ilusión de una vida después de la muerte: la vida es un castigo sin el consuelo de la religión, por más que dicho consuelo pueda no tener base verdadera. La verdad tampoco se puede soportar, por eso es preciso que viva el pueblo dormido y que alguien como él vele este sueño. La religión es la droga que permite al pueblo permanecer dormido, más allá de la verdad: Opio, sí. Démosle opio, y que duerma y que sueñe.
La actividad social y política se tiene como opio, y desde esta perspectiva, la acción dirigida al progreso humano es intrascendente. Dejando a un lado el posible efecto benéfico o negativo en los demás, para los protagonistas de la actividad, esta es otra forma de opio, un sustituto de la fe. La actividad social o política puede distraer al hombre de la angustia, en realidad se trata únicamente de una distracción y como tal se debe considerar.
No obstante, a don Manuel le consume un opio distinto. Recuérdese que toda la actividad del párroco descrita en la primera parte de la novela estaba explicada como un remedio contra la tendencia a la desesperación que le acosaba y que se revela plenamente en la segunda parte, a la que pertenece este fragmento. Este es el opio de don Manuel, evitar la soledad y la reflexión. Pero la tragedia de este hombre consiste en que parece inmune a los efectos sedantes de la droga, que en él no surte efecto: Y no logro dormir bien, y menos soñar bien… ¡Esta terrible pesadilla! Su terrible pesadilla es la absoluta incredulidad que le embarga, no cree en la otra vida. Aquí se condensa el sentido último de la obra.