viernes, 8 de abril de 2011

MUJERES Y REVOLUCIÓN


 

CABEZAS   

ALMUDENA GRANDES 


Busco cabezas. Desde hace semanas, en las fotos, en los vídeos, en los telediarios, busco cabezas de mujer. En Túnez las vi, cabellos largos y cortos, rubios y morenos, enmarcando rostros que eran más que dos ojos para mirar a la cámara, más que una boca para expresar su júbilo. Me emocionaron tanto que seguí buscándolas. Vi algunas en El Cairo durante tres, cuatro días. Luego, a traición, me asaltaron unos ojos exquisitamente maquillados bajo unas gafas, y el vocabulario rico, preciso, propio de una intelectual. Todo lo demás era blanco, la túnica, el velo, los guantes de algodón que ocultaban sus manos. En Yemen, en Omán, en Bahréin ni siquiera he visto eso, porque las mujeres, con velo o sin él, no pisan la calle, ni antes ni ahora ni, a este paso, jamás. Las revueltas que conmueven al mundo se han convertido, como aquel coñac de mi infancia, en cosa de hombres.

En este espacio no cabe una tesis, y esta columna no pretende serlo. Me limito a anotar un estado de ánimo, a sabiendas de que en esta coyuntura no resulta simpático. Pero yo nací en España hace 50 años, y por eso sé que los velos no son una seña de identidad religiosa, sino una mutilación simbólica. Vi demasiadas veces a mi madre con un pañuelo en la cabeza como para tragarme lo contrario. Antes de que las mujeres de mi generación nos soltáramos el pelo, las señoras decentes lo llevaban recogido. Sus maridos, creyentes o no, monopolizaban el privilegio de verlas sin horquillas porque eran los amos de su cuerpo, y ellas acataban en público ese dominio sometiendo sus cabellos a una disciplina que actuaba como una metáfora de su destino.

Este es el momento de plantearse la legitimidad de un movimiento democrático que excluye la libertad pública y privada de las mujeres. Comprendo que pensar en esto no es agradable, pero después, seguramente, será tarde.

El País, 7 /03/11

 MUJERES ÁRABES
 

MARUJA TORRES 

 

La guerra contra Gadafi la perdieron los rebeldes años atrás, cuando Occidente le cambió Pasado por Petróleo y abrió sus palacios a la jaima del tirano y su bufonesca corte. Todo lo que ha tenido que hacer el dictador es seguir tomándole el pelo a esta comunidad occidental más codiciosa y despistada que un inversor en Rumasa de segunda generación. Con suerte, conforme el tiempo avanza -y eso es lo que hace el sátrapa, ganar tiempo-, iremos viendo que, bueno, qué se le va a hacer, fue un bonito intento pero no duró. Al fin y al cabo, la lección de Libia aprovechará a nuestros amiguitos que mandan en Argelia, Arabia Saudí, Yemen, Bahréin y etcétera, un etcétera encabezado por Marruecos. De modo que no habrá mal que por bien no venga. Toma ya, revolución Facebook. Lo de siempre sigue de moda.
¿Qué podemos hacer? Poco. Pero hay algo que sí. Ayer publicaba este periódico dos informaciones, firmadas por mujeres -Georgina Higueras y Nuria Tesón-, dando cuenta, la una, de las palabras de Nawal el Saadawi, y, la otra, de la brutal humillación a que fueron sometidas en Tahrir, por sus propios compatriotas masculinos, cuando se manifestaron en favor de su igualdad de derechos en el nuevo Egipto. El machismo patriarcal atufa, con o sin revolución. Sostengo que el rechazo del velo no puede imponerse, debe surgir de la propia mujer. Pero cuando esa mujer ya existe, y está clamando por sus derechos, hay que ayudarla.
Puede que los gobernantes no sepan o no quieran sacar a Gadafi de su trono. Pero nosotras tenemos muchas formas -somos feministas del Primer Mundo- de colaborar con nuestras hermanas árabes, de hacerles sentir que no están solas.
¿Para qué sirve un Día de la Mujer, si el resto del año nos quedamos quietas?

El País, 10 /03/11

Materiales de ayuda:

1. Entrevista de Georgina Higueras a Nawal El Saadawi en El País (7/03/2011).
2. Reportaje de Nuria Tesón (El País, 08/03/2011).

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